Bajar de peso de forma sostenible es uno de los desafíos más frecuentes para quienes buscan mejorar su salud. Sin embargo, muchos fracasan por repetir errores que sabotean el proceso, y uno de los menos conocidos es comer impulsados por un exceso de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa.
1. Dopamina: el impulso biológico que puede jugar en contra
La dopamina es una sustancia química natural del cerebro que se libera al realizar actividades placenteras como comer, escuchar música o recibir afecto. El problema aparece cuando se consumen alimentos altamente palatables —ricos en grasas, azúcares y sal—, lo que genera una estimulación excesiva del sistema de recompensa. Este patrón, advierte Mayo Clinic, puede volverse adictivo, especialmente en situaciones de estrés, dificultando el control de la saciedad y la regulación emocional.
2. Comer por emociones: un enemigo silencioso
La alimentación emocional es una de las principales causas del fracaso en las dietas. Muchas personas comen compulsivamente frente a la ansiedad, la tristeza o el aburrimiento. Según MedlinePlus, una estrategia para evitarlo es comer más lento: bajar los cubiertos entre bocado y bocado, mantener una conversación o apagar las pantallas durante la comida para evitar la “alimentación distraída”.
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3. Falta de motivación interna
“El cambio debe partir de uno mismo”, subraya Mayo Clinic. Las decisiones deben surgir de una convicción personal. Para reforzarla, se recomienda hacer una lista de razones para adelgazar (mejorar la salud, aumentar la movilidad, prevenir enfermedades) y mantenerla visible, como recordatorio en momentos difíciles.
4. Objetivos poco realistas
Expectativas exageradas generan frustración. Los CDC y la Asociación Americana del Corazón recomiendan perder entre 0,5 y 1 kg por semana, lo que es más sostenible a largo plazo. Mayo Clinic sugiere fijarse como primer objetivo bajar el 5% del peso corporal total. Por ejemplo, para alguien que pesa 80 kg, serían 4 kg.
5. Un entorno doméstico que no ayuda
El ambiente influye. MedlinePlus aconseja mantener fuera de la vista —o directamente fuera de casa— alimentos que disparan el consumo impulsivo (como galletas o snacks) y tener frutas y verduras a la mano. También ayuda usar platos más pequeños, ya que la percepción visual de abundancia puede reducir la cantidad ingerida.

6. Falta de planificación
Improvisar cuando ya hay hambre suele llevar a elecciones poco saludables. La clave está en planificar las comidas y hacer las compras cuando se está satisfecho, no con hambre, para evitar adquirir productos ultraprocesados y tentadores.
📊 Qué dice la ciencia
Una revisión sistemática publicada en PubMed, que analizó 124 estudios, concluyó que las personas que participaron en programas de asesoramiento personalizado lograron perder, en promedio, 2,4 kg en 12 a 18 meses. Además, duplicaron las probabilidades de bajar al menos un 5% de su peso inicial, en comparación con quienes no contaron con apoyo.
Este tipo de intervenciones también se asoció con una menor incidencia de diabetes tipo 2.
7. Falta de ejercicio: el gran aliado que no puede faltar
La actividad física regular no solo ayuda a quemar calorías, sino que mejora el estado de ánimo, reduce la presión arterial y disminuye el riesgo de recuperar el peso perdido, según Mayo Clinic. Se recomienda al menos 30 minutos de ejercicio aeróbico la mayoría de los días, sumado a dos sesiones semanales de entrenamiento de fuerza.
✅ La clave: cambios sostenibles, no soluciones mágicas
Todos los expertos coinciden: las dietas extremas y las soluciones rápidas no funcionan a largo plazo. Lo esencial es transformar la alimentación saludable y la actividad física en un estilo de vida permanente.
“Comer bien y moverse más durante algunas semanas no alcanza. Para mantener el peso, estos cambios deben ser parte de tu vida diaria”, resume Mayo Clinic.
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Con Información de Infobae.-