Desde que Daniella Ramírez tiene memoria, ha estado sumergida por completo en una piscina y siguiendo los pasos de su familia.
“Soy una nadadora artística de tercera generación”, dijo Ramírez recientemente, mientras se preparaba para el inicio de la prueba por equipos de ocho personas en los Juegos Olímpicos de París.
“Mi abuela practicaba natación artística cuando se llamaba Water Ballet [ballet en el agua] y luego mi mamá practicaba natación artística como miembro de la selección nacional de Venezuela, y así fue como conoció a mi papá, que era clavadista en Venezuela”.
En otras palabras, Ramírez no adoptó este fascinante e increíblemente desafiante deporte por casualidad. “No fue una elección al azar”, afirmó.
Pero un hito que había eludido a toda la familia, era tener un lugar en la plaza olímpica. Era una llamativa posibilidad que siempre estuvo fuera de su alcance y que representaba colocarse en la cima del deporte.
Eso fue hasta este año, cuando Ramírez y sus compañeras de equipo clasificaron para París 2024 luego de su participación en el Campeonato Mundial de Doha, Qatar, donde pusieron fin a 16 años de ausencia en los juegos.
El júbilo se reflejaba en la expresión facial más vívida que uno pueda imaginar: la sorpresa y la alegría de Ramírez reflejaban no solo el estado de ánimo de su equipo, sino también la búsqueda multigeneracional de grandeza en el deporte de la familia Ramírez.
“Para mí, el orgullo es el orgullo familiar”, dijo su madre, Carolina Mindiola, mientras se secaba suavemente una lágrima de la mejilla en una entrevista antes de que comenzara la competencia. “Ella representa todo por lo que hemos trabajado durante toda nuestra vida”.
El miércoles por la noche, en el escenario más importante del mundo del deporte, Ramírez y sus compañeras de equipo volvieron a dar lo mejor de sí, al conseguir una medalla de plata con una puntuación total estelar de 914.34 (muy por encima de España, que quedó en tercer lugar) frente a una multitud emocionada en el Centro Acuático de Saint-Denis, y saltaron a los libros de historia y dieron a la familia Ramírez algo con lo que antes solo podían haber soñado.
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“Al ver lo que pasó desde el primer momento para estar aquí, y todo lo que ha sucedido en los últimos cuatro años, ha sido una montaña rusa”, dijo Ramírez. “Pero estoy muy contenta de que hayamos terminado aquí. Y estoy muy agradecida por este equipo. No hay nada más mágico que este equipo”.
La prueba por equipos de natación artística implica una combinación de actuaciones (técnicas, libres y acrobáticas durante tres noches) que, en conjunto, forman una puntuación compuesta.
El equipo estadounidense llegó a la noche con el segundo total más alto, detrás de China, que a la postre se alzó con la medalla de oro, y realizó una espectacular rutina acrobática para ganar la plata. Esta es la primera medalla que obtiene el equipo estadounidense en natación artística desde Atenas en 2004, cuando las estadounidenses se quedaron con el bronce tanto en dúo como en equipo.
“Hemos tenido mucha inspiración de los equipos anteriores en nuestro camino hacia estos Juegos”, dijo Ramírez. “Todos los equipos olímpicos anteriores en este deporte se han comunicado con nosotras y nos han ayudado durante todo este proceso. Así que creo que hemos estado pensando en [la idea] de que seremos las próximas. Es tan especial”.
Para Ramírez, de 22 años, de Miramar, Florida, los años de prácticas de natación, miles de kilómetros de separación para entrenar, eventos y celebraciones familiares perdidos, todo de repente se ha convertido el preludio de la máxima recompensa.
Dejó su hogar a los 15 años para seguir entrenando con el equipo nacional de Estados Unidos en el área de la Bahía de San Francisco.
“El grupo con el que Daniella comenzó era más bien un proyecto tipo conejillo de indias que armó la natación sincronizada de Estados Unidos [nombre que se usaba anteriormente para el deporte]”, explicó Mindiola, su madre. “El resto del mundo estaba avanzando y Estados Unidos se estaba quedando atrás”.
Después de aproximadamente un año, continuó Mindiola, quien es arquitecta, solicitó aproximadamente 50 empleos antes de encontrar uno adecuado que le permitiera mudarse al otro lado del país y reunirse con su hija. Pero todavía estaban separadas de su esposo, Fernando Ramírez, y de los dos hermanos mayores de Daniella, una carga difícil de soportar.
En vísperas de ganar una medalla, Fernando Ramírez reflexionó sobre el sacrificio.
“Ella lo va a lograr, no solo por ella, sino por nosotros como familia y como un gran logro para nosotros como inmigrantes en este hermoso país que nos ha dado la oportunidad de ser quienes somos”, dijo.
Ramírez guió y cultivó la pasión de su hija por la natación desde una edad temprana y se mudó con su familia desde Venezuela en la década de 1990 para que pudieran tener la oportunidad de perseguir sus sueños en Estados Unidos. Hablaba lentamente, luchando por contener las lágrimas.
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“Que ella consiguiera esa bandera y represente a Estados Unidos […] Devolver a Estados Unidos al lugar que le corresponde [en el deporte] y ganar una medalla […] No podría estar más agradecido y orgulloso”.
telemundo.com.-